miércoles, 27 de octubre de 2010

la conquista III

Corriendo, corriendo, sin descanso, solo respirando, entro un nativo a los límites de la ciudad de Tenochtitlán. Acababa de cruzar varios kilómetros por la selva, venia agitado, se le veía nervioso, con miedo en los ojos. Cruzaba entre la gente que trabajaba, sembrando el sustento de maíz que les serviría de tributo y alimento. Corría por las calles evadiendo los ríos en los cuales se podían ver la chinampas. Corría y corría evadiendo la gente que compraba en el tiankistli. Uno de los vendedores grito: -¡un ladrón!-, la gente volteo para ver al atleta, el supuesto ladrón, pero no, era el mensajero del gran tlatoani Moctezuma Xocoyotzin.
Rápidamente llego al templo mayor y comenzó a escalar rápidamente cada uno de los escalones del gran templo, que asemejaba una acrópolis. Escalo uno por uno los escalones, después dos en dos y por ultimo empezó a descender la velocidad llegando a rastras a la cima. Se levantaron los sacerdotes y fueron a levantar a aquel fatigado mensajero que intentaba respirar. Se levanto. Después de que se incorporo nuevamente trato de proseguir con su misión: informar. Este no era un mensajero común, el era especial, era fiel al tlatoani y se podía plenamente confiar en el, por lo que los sacerdotes mismos fueron a levantarlo, de otro modo, ni siquiera le hubieran permitido la entrada al templo mayor. Era el mejor de los mensajeros, el que solo pronunciaba verdad. El mismo Moctezuma le tenia un gran afecto, pero a pesar de todo, se le debía un respeto, un gran respeto al tlatoani, por lo que el no se paro a ayudar a su mensajero fiel.
Se acerco hincado y con la cabeza agachada el mensajero en señal de respeto, solicito la palabra y el permiso para enunciar su mensaje. El tlatoani se lo concedió.
Desembarcaciones, hierro, animales más grandes que los perros, playa, barba, muerte, fue lo que Moctezuma escucho de aquel horripilante mensaje, pero escucho algo que lo impacto aun más, una frase y una palabra:
La profecía se ha cumplido.
Quetzalcóatl.

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